martes, 16 de marzo de 2010

Pinzones y tortugas de las Galápagos




Antes de ver a Darwin pisar su patria, retrocedamos hasta una etapa de su viaje que sería crucial para el desarrollo de su teoría sobre la evolución.
El 17 de septiembre de 1835, el Beagle atraca en la isla de San Cristóbal, en el archipiélago de las Galápagos, las islas de las tortugas.
Se trata de un archipiélago de origen volcánico formado por una decena de islas (cinco de ellas extensas); dista un millar aproximado de kilómetros de las costas de Ecuador. Las islas se hallan bastante cerca del continente; a pesar de su situación geográfica, gozan de un clima templado gracias a la confluencia de corrientes oceánicas procedentes de la Antártida, entre ellas, la corriente de Humboldt.
Hasta donde Darwin sabía, nunca había existido allí una población humana indígena.
En ese lugar Darwin encuentra los célebres pinzones y las no menos famosas tortugas, distintas entre sí dependiendo de la isla en la que se encontrasen.
En un principio, Darwin pasó por alto este detalle. Una vez más, Darwin no se percata de lo que se le ofrece a la vista, al igual que había ocurrido en la excursión geológica con Sedgwick que relata en su Autobiografía. Sin embargo, aunque el material no se catalogó con minuciosidad, sí fue examinado por expertos, una vez en Londres. A la luz de los resultados análogos obtenidos en la clasificación de ejemplares de iguanas, y sobre todo de pinzones, quedó de inmediato demostrado que, no obstante su asombro parecido, pertenecían a especies distintas, características de cada isla.

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